Ese hombre de cabellera dispersa, no es otra cosa que el
exhumador de un mundo antes irredento. Ha aprendido, sufriendo fórmulas mágicas
que los otros desconocen: conjuros para evocar y recrear las danzas interiores.
Razas sordomudas, perdidas en sus parajes profundos, cobran
voz bruscamente y, desde el valle dormido bajo la niebla, ese coral suena
iluminando regiones desoladas o magníficas.
Así, hasta que toda la tierra se convierte en eco
Juan Eduardo Cirlot
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